domingo, 24 de agosto de 2008

Una fuga de recepciòn

Los hilvanes en movimiento-arabescos de fuego que unen las habitaciones-habitàculos-contenedores, como costuras y tramas , hog-ares – hog-ueras, hilos y lazos que sostienen pero no sujetan, velan las letras jànicas de un “domicilio” como re-cuerdo de todo aquello que silenciosamente nutre la morada, siendo a la vez la estrella vespertina que guìa hacia la concreciòn futura, irrumpiendo por medio del nudo instaurado por lo que no es olvido, allì donde repercuten todavìa las vibraciones del deseo y el misterio del valor.

Marcos Luczkow ha aprendido sin saberlo, tambièn el secreto de la fuga y la ayuda y por eso su simbolismo se hace màs in-tenso: tras la bùsqueda de la casa, su instalaciòn , ingresa en el peligroso juego de traspaso entre el contenedor, lo contenido y el continente, entre el fantaseoso sueño de la “con-tensiòn” y el temor del insomnio, como quien mira desde una altura mordaz e irònica, entre lo ancestral como àngel que transgrede, entre las repeticiones del error y la escatologìa de los dioses nuevos.

¿Frente a cuàles modelos nos pone, la maqueta ficcional de un deseo? ¿Cuàles arquitecturas se nos esfuman con el amargo sabor de la utòpica promesa? ¿A quièn pertenece, cuàl es el origen de la mano que ha quemado una idea?

Casas, autos, aviones, objetos, conjunto de cosas albergadas; texturas blancas como pura hipnòsis de un tiempo y su repeticiòn, que fue, sin haber sido jamàs; respiro y aliento, letra pura y blanca, que piensa no ser otra cosa, más que construcciòn de cajas y armarios, como envoltorios de anònimos cuerpos que las habitan.
En medio del segundo desconcierto aterrador del silencio, serà èl, quien busque la fiesta en tanto ardiente celebraciòn del fuego regenerador y del lenguaje que vincule los sujetos, los seres, sus habitaciones, sus casas y sus objetos, sus moradas y sus demoras, ya sea con “oràculos” texturados de papel, con el misterio de las ruinas o con el acto lùdico hecho de “cenizas”, para volver a dibujar con ellas, en otro espacio, seguramente blanco, otra vez. Para que cada uno, incluso èl, haga su nueva apuesta.


Claudio Ongaro Haelterm




fotografía digital /color (2008), 70cm x 50cm

  LEVANTARSE APENAS CUANDO ESTAS CAYENDO.  Salvador de Bahia, Brasil (2023)